¿Crees que «lo que no te mata, te hace más fuerte»? Deberías. La vida puede derribarte una y otra vez: perdemos a seres queridos, perdemos trabajos, nos rompen el corazón y nos aplastan las esperanzas. ¿Cómo superamos los problemas de la vida? La respuesta es al desarrollar resiliencia.

¿Qué es la resiliencia?

La resiliencia es la capacidad de mantener el equilibrio emocional y el bienestar físico cuando te enfrentas a situaciones vitales estresantes. En otras palabras, es tu capacidad de levantarte cuando te han derribado.

¿Para qué sirve ser resiliente?

Parece que la resiliencia sea un rasgo que es recomendable tener, pero no imperativo. Sin embargo, ¿sabías que ser resiliente podría no solo mejorar tu salud, sino también salvarte la vida?

En un estudio en el que se observaron enfermos con dolor crónico, las personas que mostraban resiliencia ante los efectos de este dolor tuvieron 25 % menos de probabilidades de morir en los siguientes diez años que quienes no eran resilientes. La resiliencia refuerza el sistema inmune y se ha demostrado que esta mayor inmunidad conlleva una menor mortalidad en pacientes con trasplante de médula ósea.

Además de esto, la resiliencia puede ayudarte en tu día a día. Por ejemplo, si eres más resiliente, es menos probable que faltes al trabajo por una enfermedad. También es menos probable que realices conductas de riesgo como beber mucho alcohol, fumar y usar drogas.

Ser resiliente incluso te ayuda a envejecer mejor y a tener una mayor sensación de bienestar. Todos vamos a envejecer, pero ¿quién no quiere envejecer mejor y prosperar en la vejez? Hay que enfocarse más en la esperanza de vida en buena salud, es decir, cuántos años de salud tendrás, y no tanto en la esperanza de vida.

¿Cómo tener más resiliencia?

Lo bueno es que la resiliencia no es un rasgo de personalidad o de forma de ser estático, sino que puedes aprenderla. Conoce más sobre las cinco prácticas infalibles para ser más resiliente.

Practica el reencuadre

¿Cómo cambias de perspectiva sobre lo que te pasa? Es muy sencillo: cambia las etiquetas que le pones a la situación actual o cambia la forma en la que te tomas cualquier problema. Pregúntate: «¿El vaso está medio lleno o medio vacío?». La situación o las circunstancias son estáticas, pero la forma en que las ves e interpretas es dinámica. Puedes reencuadrar tus perspectivas en cualquier momento dado y es recomendable que lo hagas.

Empieza por reencuadrar las situaciones estresantes o la ansiedad sin motivo. En lugar de pensar en los efectos negativos que tienen en tu vida, piensa en que están mejorando tu calidad de vida al darte la oportunidad de aprender y mejorar. Algunas investigaciones muestran que quienes hacen esto tienen un mayor bienestar físico y emocional que quienes no lo hacen.

Así que en lugar de ver el estrés y la ansiedad como apabullantes, piensa que son una valiosa lección de vida. A continuación, encontrarás tres formas sencillas de cambiar de mentalidad al enfrentarte al estrés y la ansiedad, y tener más resiliencia.

En primer lugar, encuentra el porqué. Por ejemplo, si aceptaste un trabajo que ahora te causa estrés, piensa en por qué lo aceptaste en primer lugar. Digamos que lo hiciste por el dinero. Quizá te das cuentas que aceptaste este trabajo donde pagan menos porque puede mejorar tu currículum y era una buena opción. Al centrarte en las razones, tomas una perspectiva más amplia y te haces más resiliente porque te resistes a la gratificación inmediata.

En segundo lugar, céntrate en el cómo. ¿Cómo te ayudará este factor estresante a crecer? Quizá este trabajo mal pagado te enseñará las habilidades que puedes usar para emprender, ser tu propio jefe y vivir una vida bajo tus propios términos. Al imaginar un futuro brillante, puedes hacerte más resiliente.

En tercer lugar, pasa de ver el factor estresante subjetivamente a verlo de forma objetiva a fin de cambiar de perspectiva. Cuando sepas el porqué y el cómo, concéntrate en identificar las oportunidades de la situación estresante. Ahora estás transformando tu esquema mental y sentirás una mejora de tu estado mental y emocional.

Practica la visualización

Las personas resilientes se dan cuenta de que las situaciones que pueden sentirse abrumadoras ahora mismo no tienen por qué afectarlas a largo plazo. Una forma de mantener la perspectiva a largo plazo es visualizarte como un elemento pequeñito en el universo y darte cuenta de lo poco importante que eres en realidad.

El estoico Marco Aurelio lo hacía al reflexionar sobre lo grande que era el universo y pensaba sobre el tiempo infinito en sus Meditaciones. Mediante esta práctica, tenía la capacidad de poner su vida en perspectiva. Cuando no te tomas tan en serio, tus preocupaciones actuales no son nada en comparación y no sientes que los errores son el fin del mundo. Esto te ayuda a seguir adelante.

Practica la atención plena

Se ha demostrado que la atención plena aumenta la resiliencia. Cuando sientes estrés, lo primero que tienes que hacer es calmar la mente, ya que puede salirse de control. Los errores enterrados del pasado y los fantasmas del futuro pueden apoderarse de tu pensamiento. Los pensamientos circulares y repetitivos abruman tu mente y evitan que pienses claramente cuando más lo necesitas.

Poner en práctica la meditación con atención plena o el mindful framing reduce el proceso de rumiación. Y lo bueno es que cuanto más practiques, más te cambiarán los circuitos cerebrales. Esto se conoce como neuroplasticidad: grabar anatómicamente tu resiliencia en el cerebro para que pueda manejar mejor futuros sucesos estresantes.

Ni siquiera tienes que llevar a cabo una práctica prolongada de sesenta minutos todos los días. Podrás disfrutar de los beneficios con tan solo diez minutos que dediques con regularidad a tu práctica favorita. Solo empieza.

Practica ser consciente

En el mundo actual en busca de la felicidad, se nos dice que ignoremos o minimicemos las emociones negativas. Es fácil distraer la mente con todo tipo de trucos, como comer o beber alcohol en exceso. Sin embargo, quienes son resilientes han aprendido que no pasa nada por tener emociones negativas. Así que no las reprimen ni huyen de ellas. En lugar de eso, aceptan las emociones negativas como momentos de aprendizaje.

Así es como se manejan las emociones negativas. Empieza por reconocer tu estado emocional. Después, etiqueta la emoción, aunque sea desagradable, por ejemplo, la envidia. Por último, dale un giro positivo a la emoción. Por ejemplo, si sientes envidia de otra persona, esto quizá refleja una sensación de inferioridad que tienes. La vida te dice que algo te hace falta. Si este es el caso, haz planes específicos para avanzar y sentir confianza, y pasa a la acción.

Practica la empatía

Nadie está solo en este mundo. Todos necesitamos de otras personas para que nos apoyen cuando nos enfrentamos a situaciones estresantes. Cuanto más profundas y significativas sean las relaciones que tengas en casa y en el trabajo, más resiliente serás. ¿Tienes una buena red de apoyo ahora? Mira a tu alrededor, ten empatía real. Cultiva o refuerza las relaciones con tus familiares, compañeros de trabajo y tu red social. Haz voluntariado, asiste a clases por las noches, únete a una comunidad o a un grupo religioso. Al relacionarte con otras personas, tendrás una tribu en la que puedes confiar para que te brinden apoyo durante los momentos difíciles.

 

Todos nos enfrentamos a situaciones difíciles. El que logremos renacer de las cenizas o apagarnos con los rescoldos dependerá de lo resilientes que seamos. Fortalece los músculos de la resiliencia para que puedas afrontar mejor lo que la vida te pone en el camino.

 

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