Deseamos que la vida sea un camino de rosas idílico, pero la realidad es que cualquiera puede sufrir una experiencia traumática en cualquier momento y esto puede sacudir nuestro sentido de seguridad más básico. En efecto, hasta un 75 % de nosotros viviremos una experiencia traumática en algún momento de nuestra vida. Cuando esto sucede, podemos sentir que el mundo se nos cae encima. Sin embargo, con el enfoque correcto, podemos reconstruir nuestra vida y seguir adelante con ella.

¿Qué es un trauma o experiencia traumática?

Un trauma es cualquier situación que te ocasiona un daño mental e induce una sensación de miedo. Los sucesos traumáticos abarcan una gran variedad de situaciones, entre las que se incluyen abuso físico o sexual, robo con violencia, fallecimiento de seres queridos o pérdidas económicas, profesionales o personales.

¿Cuáles son los efectos de un trauma?

Las experiencias traumáticas pueden pasarnos una gran factura, tanto mental como físicamente.
Desde el punto de vista mental, podemos sufrir:

  • Conmoción, negación o incredulidad
  • Ansiedad y miedo
  • Dificultad para concentrarnos
  • Sensación de culpa o vergüenza
  • Sentimientos de desesperanza y dolor
  • Sentimientos de desconexión

Desde el punto de vista físico, podemos experimentar:

  • Nerviosismo
  • Insomnio o pesadillas
  • Tensión muscular
  • Cansancio

Tipos de traumas

Los traumas pueden tener distintas formas, por ejemplo:

  • Trauma agudo o conmoción: Este es el trauma que se vive a partir de un solo suceso. A menudo, el suceso es repentino e inesperado y tiene un inicio y final claro. Este trauma puede hacerte sentir que tu mundo se ha acabado. Algunos ejemplos de situaciones que pueden causar un trauma agudo son accidentes, catástrofes naturales y procedimientos médicos invasivos.
  • Trauma crónico: Este se deriva de una exposición continua a situaciones muy estresantes, lo que incluye violencia intrafamiliar, acoso escolar y maltrato infantil.
  • Trauma complejo: Este trauma es debido a exponerse a varios sucesos traumáticos.
  • Trauma secundario: Es un trauma que se causa por la exposición a una persona que ha sufrido un suceso traumático. Una forma de esto es el trauma generacional, que es el que se hereda a lo largo de las generaciones. En efecto, algunas investigaciones han demostrado que las mujeres que han tenido traumas durante la infancia pueden pasar este recuerdo a sus descendientes.

Trauma y sistema nervioso

Algunas investigaciones han mostrado que el trauma puede alterar el sistema nervioso central. La forma en que el trauma afecta el cerebro puede ser diferente en cada persona. Sin embargo, estas son las áreas cerebrales importantes que pueden verse afectadas por las experiencias traumáticas:

  • Hipocampo: Esta es el área cerebral responsable de la memoria y el aprendizaje. Cuando se enfrenta al estrés de un trauma, el hipocampo puede llegar a encogerse. Esta reducción disminuye la cantidad de información y recuerdos que puede procesar. En la práctica, se han observado alteraciones del aprendizaje y la memoria en personas que han sufrido experiencias traumáticas.
  • Amígdala: Esta región cerebral es la encargada de detectar y reaccionar a lugares, personas y cosas en nuestro entorno que podrían ser peligrosos. Después del trauma, esta región puede quedar más sensible a posibles amenazas ambientales. Esta hipervigilancia puede dificultar que la persona se concentre, socialice con nuevas personas o que vaya a lugares que no conozca.
  • Corteza prefrontal: Esta área cerebral controla la amígdala y es responsable de aprender que los lugares o las personas que antes eran amenazantes ahora son seguros. Después de un trauma, las conexiones entre la amígdala y la corteza prefrontal medial pueden debilitarse. Esto da como resultado que la corteza prefrontal medial no sea tan eficaz en la reducción de la actividad de la amígdala cuando nos encontramos con lugares, personas y cosas de nuestro entorno que sí son seguros.

Por suerte, el cerebro es bastante maleable. Si se aplican los tratamientos adecuados, los cambios cerebrales que son resultado de las experiencias traumáticas pueden mejorar con el tiempo.

Tratamientos

Existen varios tratamientos que puedes usar para sanar de las experiencias traumáticas, tales como:

  • Experiencia somática: Este abordaje se usa para sanar del trauma por conmoción y el trastorno de estrés postraumático. Se basa en el estudio de la fisiología del estrés, la biología, la neurociencia, la biofísica médica, la psicología y las prácticas de sanación indígena. Mediante este enfoque, el terapeuta ayuda al cliente a revivir los recuerdos traumáticos en un ambiente seguro.
  • Terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, por sus siglas en inglés): En este tratamiento, el terapeuta anima al cliente a concentrarse brevemente en un recuerdo traumático y, a la vez, dirige los movimientos de sus ojos. Esto ayuda a que el cliente procese e integre los recuerdos traumáticos. Al mismo tiempo, esto conlleva una reducción de la emoción e intensidad relacionadas con los recuerdos traumáticos.
  • Técnica de liberación emocional: Este es un tratamiento alternativo que busca aliviar el malestar emocional. En este enfoque, el cliente se toca los meridianos del cuerpo, lo que crea un equilibrio en el sistema energético y produce una sensación de calma.
  • Brainspotting: Esta terapia consiste en ubicar determinados puntos del campo visual del cliente que, a su vez, ayuda a acceder a traumas no procesados en la región subcortical del cerebro.

Pasos de autocuidado para sanar de una experiencia traumática

Además de los tratamientos mencionados antes, hay algunas medidas de autocuidado que puedes adoptar para impulsarte en el camino de la sanación. Entre estas se encuentran:

Ejercicio: Las experiencias traumáticas pueden activar la respuesta de lucha o huida del organismo, por lo que este se mantiene en un estado constante de alerta. Como consecuencia, esto agota al sistema nervioso. El ejercicio puede aliviar algunos de estos efectos.

De hecho, en algunas investigaciones se ha demostrado que el ejercicio aeróbico puede ayudarte a tratar el trastorno de estrés postraumático. Intenta hacer ejercicio durante al menos treinta minutos casi todos los días de la semana. Para que sea más fácil, puedes dividir la actividad en tres sesiones de diez minutos a lo largo del día.

Atención plena: La respiración con atención plena, el mindful framing y otras prácticas basadas en la atención plena pueden ayudar a anclarte en el presente. Como resultado, evitan que revivas la experiencia traumática.

Con relación a esto, en una investigación también se demostró que las prácticas basadas en la atención plena por sí solas o como complemento a otros tratamientos pueden ayudar en casos de trastorno de estrés postraumático. Para respirar con atención plena, toma respiraciones profundas y concéntrate en el aire que respiras. Nota cómo el diafragma sube y baja, y también presta atención a tus sentidos en el momento presente.

Conexión con los demás: Después de vivir un trauma, la tendencia natural es alejarse de los demás. Sin embargo, es fundamental que mantengas el contacto con tus amigos y familiares.

De hecho, mantenerte en contacto con otras personas puede evitar que un trauma evolucione a un trastorno de estrés postraumático. Mantener las relaciones con las demás personas no tiene que implicar hablar de tu experiencia traumática. Solo el hecho de rodearte de ellas puede mejorar tu bienestar psicológico. Así que, para mantener esa conexión, sopesa la idea de participar en actividades lúdicas, comunitarias y religiosas.

Diario: Escribe sobre tus experiencias traumáticas. En algunas investigaciones se ha demostrado que hacerlo puede ayudarte a procesarlas. Escribir en un diario también puede servir de apoyo para disminuir el estrés y potenciar tu sistema inmune.

Las experiencias traumáticas pueden cambiarte la vida. Puede que sientas que vas por la vida con una herida abierta que nunca va a sanar. No obstante, con la ayuda y el apoyo correctos, te sentirás una persona completa nuevamente.

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